Norberto G. Asquini

El anuncio de la conformación de la mesa provincial de Juntos por el Cambio en La Pampa mostró la mutación que tuvo la oposición al peronismo tras el triunfo en las elecciones legislativas de este año. Y lo que se viene en el nuevo escenario político.

La oposición, como ocurre a nivel nacional, va mostrando dos tendencias en la provincia: por un lado nos encontramos a una coalición envalentonada (empoderada afirman los medios concentrados) por el triunfo de noviembre; y por el otro la puesta en marcha de la estrategia del choque con las gestiones del PJ.

El triunfo electoral había sido celebrado como nunca. Pero duró poco. A nivel nacional, no hubo cambios y las expectativas por una victoria rotunda no se observaron en la realidad donde los números no fueron tan holgados. Además, en solo semanas, la oposición sumida en sus internas y sin un liderazgo claro, perdió la iniciativa. Ahora la recobró con la estrategia de golpear.

Si en el Congreso los diputados nacionales no le votan el Presupuesto 2022, a nivel provincial voltean el refinanciamiento de la deuda de 1.700 millones.

Camino a la unidad

En la mesa pampeana de JxC todas las fuerzas quedaron adentro, hasta el Fregen que siempre la jugó de esquivo, no teme quedar ahora pegado a que lo tilden de “derecha”. También los radicales remolones a los frentes. En La Pampa se va camino, como indica el politólogo Facundo Cruz, conocedor y fino analista electoral, al bicoalicionismo que se observa a nivel nacional. Una coalición peronista y otra no peronista, pero ahora con otro espíritu tras saborear una victoria.

Dos hechos empujaron a esa mutación: el triunfo en las PASO de una fórmula inédita en los últimos años, una lista de consenso entre radicales y PRO. Eso marcó la derrota para las posturas contrarias a las alianzas. Y sobre todo ganarle al peronismo en las legislativas, en una elección nacionalizada, que terminó por empujar a los descreídos.

La mesa pampeana de Juntos por el Cambio es el triunfo de esta tendencia a la unidad de fuerzas que hasta meses atrás competían. Durante el gobierno macrista, los radicales temerosos de perder terreno, fueron contrarios a la conformación de una mesa política. En varias las oportunidades el líder del PRO, Carlos Mac Allister, quiso ponerla en marcha y lo dejaron pagando. La alianza hasta entonces era meramente electoral y por conveniencia.

Ahora aflora otro espíritu nacido de una victoria. Hasta el ex presidente de la UCR, quien abogaba por no conformar un frente, se jactó de un triunfo radical (que es a medias) gracias a ese acuerdo. En ese marco, hasta las dos bancadas en Diputados (UCR y PRO), aunque se mantienen separadas, actúan en bloque contra el PJ.

Nuevas configuraciones

Otra cuestión que lleva a la búsqueda de consensos son las nuevas configuraciones internas de cada fuerza tras las elecciones. En el PRO, Martín Maquieyra se alzó como la referencia provincial. El sector que le disputaba poder quedó disminuido en las PASO. Si bien la UCR nacional quiso adjudicarse la victoria en La Pampa, fue la presencia de Maquieyra y la campaña del PRO la que empujaron al triunfo. Es la voz buscada de la oposición y el peronismo apunta sus dardos hacia él.

En el radicalismo el doble triunfo de Daniel Kroneberger sacudió el tablero interno. Ahora es la cara de un sector en formación, que logró colocar al presidente del partido, Diego Marcantonio. Un nombre que llegó por consenso (aunque hubo mucha rosca), pero también que fue cimentando esa posibilidad desde hace al menos dos años.

Todos los sectores internos se repartieron los cargos, marcando también la convivencia que quedó después de las elecciones. Nadie quiere amargar un momento que les fue esquivo durante años, aunque el internismo sigue latente.

Pelear los espacios

De esta manera, todos los sectores quieren mostrar unidad, pensando en las ejecutivas del 2023. Pero nadie quiere perder espacios: a nivel nacional la UCR se quiere fortalecer frente al macrismo y el larretismo; el PRO sostener a sus presidenciables, que son varios.

Y se van posicionando nombres pensando en las próximas ejecutivas. En el PRO Rodríguez Larreta, Vidal, Bullrich y Macri pelean por llegar a ser las y los candidatos. En La Pampa, ya avisan por abajo, van a tener un postulante a gobernador propio, sostenido por Rodríguez Larreta.

En el radicalismo nacional esa disputa por posicionarse cuanto antes mostró la división entre Gerardo Morales y Martín Lousteau. Cada uno quiere marcar la cancha pensando en 2023. Primero la pelea se dio en la renovación de la Juventud Radical, después en el bloque de diputados nacionales, donde el pampeano Martín Berhongaray se mostró dentro de los separatistas de Lousteau. No fue solo un gesto político de renovación generacional y de democracia interna en la Cámara Baja. El espacio de Lousteau pelea la interna nacional de la mano de Coti Nosiglia. El Comité Provincia de la UCR, en vista de la unidad reclamada por todos, retó a Berhongaray por ese paso en solitario. Lo que marca el espíritu del grueso de la dirigencia de ese partido. Esos movimientos los debilita hacia 2023 y frente al PRO.

Juntos por el Cambio disfruta lo que fue un triunfo histórico frente al imbatible PJ pampeano y se agrupa pensando en su futuro. El próximo año seguramente se mantendrá esa dinámica de los golpes a las gestiones peronistas. Pero las ejecutivas serán otra cosa: una elección donde lo nacional no tendrá el mismo peso, y que podrían desdoblarse para quitarle esa ventaja a la oposición, y con toda la estructura del PJ jugándose todo. La oposición se prueba el saco, pero sabe que no tiene aseguradas sus chances de cara a 2023.