Marcha de las y los salineros en las calles de Santa Rosa.

– Por Norberto Asquini – 

(Primera Parte)

Se están cumpliendo en estos días los 50 años de la mítica huelga de Salinas Grandes en La Pampa, la llamada “la huelga más larga de la provincia”. Se trató de la medida de fuerza llevada adelante por las y los obreros de Salinas Grandes y sus familias, apoyados por diferentes sectores, gremios pampeanos y agrupaciones entre octubre de 1971 y febrero de 1972 contra las imposiciones patronales. Fueron casi cuatro meses durante los cuales los trabajadores no cobraron sus sueldos y sostuvieron activa la huelga con un inquebrantable espíritu de lucha.

Esa huelga estuvo enmarcada en el contexto de protestas que había comenzado en 1969 y se extendió hasta 1973 contra el gobierno militar y que había obligado a poner en marcha la vuelta de la democracia y el fin de la proscripción del peronismo. En La Pampa las repercusiones de la gran ola de protestas que sacudían al país llegaron atenuadas pero dejaron su marca.

El comienzo de la huelga

Todo comenzó en 1971 con la firma de un convenio a espaldas de los trabajadores de la sal. En Salinas Grandes, ubicado a 12 kilómetros al sureste de Macachín, estaba la fábrica de CIBASA (Compañía Introductora de Buenos Aires Sociedad Anónima) en la que había una población de 500 habitantes conformada por los trabajadores y trabajadoras y sus familias.

Conocida también como “La Colonia”, tenía una escuela, a la que asistían un centenar de niños; el club Asociación de Fomento Cultural y Deportivo de Salinas Grandes que contaba con equipo de fútbol –participante de la Liga local, identificado con los colores rojo y negro, campeón en 1968-, y una Cooperativa de Consumo.

Alrededor de ciento ochenta personas trabajaban en los distintos puestos y en su mayoría, unos 150, extraían, cargaban, manipulaban y elaboraban las sales comestibles que se sacaban de la laguna, la mayor de La Pampa y del centro del país.

Ese año, delegados de Salinas Grandes y El Bebedero, la otra planta de CIBASA en San Luis, firmaron un convenio por el que se aumentaba el alquiler de las casas, entre otras condiciones. El documento fue firmado sin consulta previa a los salineros que desconocieron el arreglo. Los obreros esperaron hasta octubre, cuando comenzaba la zafra, para emprender la protesta.

El líder de ese movimiento fue Eugenio Kambich, un obrero salinero y reconocido futbolista del club, nacido en Santa Fe y criado en San Luis. Otro protagonista fue el reconocido abogado Ciro Ongaro, que se convirtió en el asesor legal de los obreros y también en uno de los puntales ideológicos de esa lucha. Ongaro decidió trabajar para los salineros porque consideró justa la causa.

Familias en lucha

Ante la falta de respuestas a los reclamos de los obreros por parte del Ministerio de Trabajo, el 14 de octubre de 1971 en el salón del club, un centenar de trabajadores discutió hasta entrada la noche y resolvió intimar a la patronal para que se dejara sin aplicación el aumento del alquiler que les cobraban por las casas.

A partir del miércoles 20 de octubre habría un paro parcial de cuatro horas; el 22 paro total por 24 horas y los días 26 y 27 paro total por 48 horas, y se decidió si no había arreglo sostener la huelga por tiempo indeterminado. El camino a la confrontación estaba abierto.

Kambich, entrevistado en su momento por el autor para el libro Crónicas del Fuego, explicó: “Nunca creyeron que se fuera a hacer una huelga, hubo algunos paros anteriores, pero nunca generales. Se pensaron que todo iba a terminar en una semana”.

Y agregó: “Nosotros unimos a las familias a la huelga, no hablamos sólo con el que trabajaba sino con la familia completa. Explicamos que es lo que estábamos haciendo. Creamos conciencia en todos los que estaban involucrados. Cualquier huelga comienza por el hombre, y él le dice a la mujer y esta es la que le pregunta: ¿Con qué vamos a comer? Y entonces se desploma todo. Por eso, había que hacerle tomar conciencia a las familias, que son las que ‘rompen’ las huelgas. Nunca hay que hacer una huelga sin la familia, tienen que comprender por qué hay que hacer un reclamo”.

Fotografía borrosa tomada de los huelguistas en la fábrica de CIBASA en Salinas Grandes.

Una huelga dura

La huelga fue dura. El miércoles 20 de octubre el paro fue de cuatro horas y se produjo un enfrentamiento entre dos sectores de los trabajadores. Entre órdenes de plegarse a la huelga y de asistir al trabajo, hubo agresiones a uno de los huelguistas. Desde el gremio se pidió la presencia del comisario de Macachín que llegó por la tarde.

El incidente principal ocurrió poco después, cuando los obreros intentaron impedir el ingreso de un grupo a la fábrica. Un rompehuelgas extrajo un revólver cerca de la salida de la escuela a la que asistían los hijos de los trabajadores. Hubo escenas de alarma y uno del grupo de choque de los huelguistas le dio un cadenazo al agresor. También fueron arrestados ocho trabajadores mientras montaban guardia frente a la fábrica.

Para entonces el destacamento de policía de Salinas Grandes, donde había un solo agente, fue reforzado por ocho efectivos -llegaron desde Doblas, Macachín, General Acha y Rolón- a las órdenes del comisario Omar Aguilera, de Macachín. La conflictiva situación llevó a que días después se dispusiera que el inspector de la zona sur, comisario Timoteo Trohuil, fuese enviado a Salinas. Aguilera sería uno de los integrantes del grupo de tareas de la Subzona 14 durante la dictadura militar y condenado por violaciones a los derechos humanos. Trohuil fue el que lo investigó en 1984 cuando se hizo el sumario que llegó a la justicia.

La comisión interna de los obreros huelguistas, cuyo secretario general era Kambich, estaba conformada por viejos estibadores que habían sido parte de comisiones gremiales anteriores como Ennio Chiovini. Estos, junto a otros cinco o seis trabajadores fueron los más activos en llevar adelante la protesta desde el comienzo y se convirtieron en la primera línea de los salineros.

El viernes 22 de octubre se cumplió el primer día completo de huelga. El 25 y 26 de octubre, cortaron la entrada a la fábrica y CIBASA se paró.

Asamblea de los salineros, al medio el líder Eugenio Kambich de camisa blanca y el abogado Ciro Ongaro de traje.

La movilización llega a Santa Rosa

La huelga se conoció en Santa Rosa a través de los diarios, y también fue llevada por las y los militantes a las diversas agrupaciones, sobre todo de la nueva izquierda. Inmediatamente comenzó a tenderse una red de solidaridad hacia los salineros. A mediados de octubre, militantes políticos, sociales y gremiales de los espacios más activos se contactaron con Ongaro y Kambich.

La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) fue la agrupación que reunió a diferentes voluntades y puso su estructura en función de aquella lucha. Tenía por entonces una dirigencia que agrupaba a peronistas combativos y comunistas y fue el gremio que actuó como apoyo a los huelguistas en Santa Rosa.

El periodista Juan Carlos Pumilla explicó: “A poco de conocerse el tema de Salinas Grandes comenzaron las primeras reuniones y consideraciones del tema en la sede de la ATE. Cada sector tenía su organicidad o la iba formando en esa época. Por entonces cada persona formaba parte de más de un espacio. Pero la conciencia común estaba en que había que apoyarlo”.

José Mendizábal, uno de los estudiantes universitarios que participó, afirmó al autor: “Nos enteramos por ATE y nos pusimos en la primera reunión a disposición. Allí, recuerdo, una de las mujeres de la UMA (Unión de Mujeres Argentinas) les dijo a los salineros: ¿Ustedes tienen fondos? ‘No señora, estamos tocando fondo’, le contestó Kambich”.

Esos dirigentes constituían el grueso de la militancia combativa que participaría en la mayoría de las movilizaciones populares hasta el 24 de marzo de 1976.

Marcha y despidos

El 26 de octubre, ante la falta de respuestas por parte de la empresa y del gobierno, cerca de ochenta salineros llegaron en colectivo a Santa Rosa y realizaron una asamblea en la sede de ATE (Quintana 248), junto a medio centenar de representantes de las organizaciones de apoyo. Ahí se impulsó una medida de gran importancia: la constitución de un fondo de huelga que se llamó Asamblea Popular de Solidaridad con el Movimiento Obrero Pampeano y la designación de una comisión administradora.

Los obreros salineros y militantes durante la asamblea en la sede de ATE

Esa noche, ante la falta de apoyo de la CGT, al grito de “apoyo a los obreros, que luchan, salineros”, doscientas personas abandonaron el salón y se dirigieron a la sede cegetista para reclamar un respaldo activo. Al llegar, encontraron la puerta cerrada y en su interior deliberaban los delegados de los gremios adheridos. Hubo discusiones cuerpo a cuerpo y los salineros explicaron su situación. En el conflicto, la CGT de Santa Rosa no apoyó la huelga enfáticamente y mantuvo una postura prescindente.

Antes de que los obreros regresaran a Salinas Grandes, se enteraron de que la empresa los había despedido. Empezaban tres meses que serían de lucha y marcarían esa época.