Se cumplen 47 años del asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci y se lo homenajeó en La Pampa. La discusión sobre su figura, a casi medio siglo de los hechos, da cuenta cómo abordamos lo ocurrido en los años setenta, pero también nos habla del presente político.

Por Norberto G. Asquini

Se cumplen 47 años del asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci y surgieron homenajes hacia su figura que actualizaron alguna discusión. Uno fue en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, lo que generó el cruce entre diputados del Frente de Todos y los peronistas que integran Cambiemos-Juntos por el Cambio por quien se adjudicaba ese reconocimiento. Otro en La Pampa, impulsado por el Frejupa, pero con otras connotaciones.

A casi medio siglo de los hechos, hablar de Rucci, de los 70 y la violencia política previa a la dictadura militar, parece algo lejano a las preocupaciones actuales y una historia desconocida para muchos en edad millenial. Cuando nos referimos a Rucci, no lo hacemos solo como dirigente, sino sobre la carga simbólica e ideológica que tiene su figura y su final, y en cómo interpela ese debate a nuestro presente político.

Aviso ahora al lector/a: si nombrar a Perón, a Kirchner o al peronismo le eriza los pelos y tiene un sentimiento irrefrenable de lanzarse a escribir consignas antiperonistas, usted no está preparado para esta discusión. Puede seguir su camino.

Los setenta y las miradas

La reivindicación de los años setenta, como la demonización de los 90, durante el kirchnerismo le sirvió para ubicarse ideológicamente dentro del peronismo y confrontar visiones y espacios sobre qué peronismo pretendía cada sector. Mientras el kirchnerismo reivindicaba la militancia desde una línea nacional y popular más de centroizquierda, había un peronismo tradicional o convencional que resistía esa visión. La violencia política de los setenta quedaron en el centro de esa discusión. Hubo desde debates pesados como el de las implicancias morales en torno a la ejecución de un militante del ERP por esa organización hasta abordajes humorísticos que recreaban esos años como el genial Bombita Rodríguez de Capusotto. En La Pampa, discutir esos años fue también hablar sobre Rubén Marín y su papel durante el gobierno peronista de la época, para el marinismo tratar el tema fue considerado casi un ataque al peronismo.

Si hablamos de figuras con carga simbólica, durante los gobiernos del kirchnerismo una referencia fue la del ex presidente Héctor Cámpora, de quien tomó su nombre la agrupación La Cámpora. El ex mandatario marcaba los tiempos de la “primavera” política, inconclusa y abortada, de 1973 y de los valores de liberación de la juventud peronista más de izquierda, con los que se sentían identificados generacionalmente Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Era la reivindicación de cierto setentismo como corriente. En el caso de Rucci, a su vez, fue utilizado por quienes estaban en la vereda de enfrente. Su hija Claudia Rucci blandió ese pasado como un símbolo antikirchnerista, y de hecho fue diputada por la oposición. También se vio en el libro “Operación Traviata” de Ceferino Reato, cuya visión confrontaba con la oficialista de los setenta.

El asesinato de Rucci, más allá de sus dimensiones morales, también tuvo consecuencias políticas e históricas. Voy a citar el tremendo libro de consulta permanente de Alejandro Grimson, ¿Qué es el peronismo?, sobre este tema. Aunque públicamente Montoneros nunca reconoció la autoría del asesinato, no lo reivindicó ni lo condenó, y en diferentes situaciones la conducción se lo adjudicó. El crimen fue para “vengar” lo ocurrido en Ezeiza y para presionar a Juan Domingo Perón. Para el presidente, que dos días antes había ganado las elecciones con el 62% de los votos y proponía el Pacto Social, fue un golpe al corazón y marcó un antes y un después en la relación con JP-Montoneros. El conflicto posterior en el peronismo, y la represión ilegal a fuego y sangre desatada por las fuerzas parapoliciales, tuvo en este punto su comienzo.

El presente y las nuevas visiones

La disputa en Diputados de la Provincia de Buenos Aires que generó el homenaje no fue esta vez por el debate sobre su figura, sino que estuvo anclada en la grieta entre peronismo y oposición. Los peronistas cambiemitas tratando de apropiarse de su figura para confrontar con el kirchnerismo. Y el Frente de Todos mostró una postura unificada frente a ese embate.

En La Pampa, como un reflejo de esa situación, el diputado César Montes de Oca propuso también un reconocimiento y se refirió a los “desencuentros”. Todos los legisladores del Frejupa apoyaron, hasta los kirchneristas. Montes de Oca lo presentó desde su identidad sindicalista, y también como hijo de alguien que vivió esa etapa del país como dirigente que estuvo inmerso en los conflictos y contradicciones de la época como fue su padre César Montes de Oca, víctima de secuestro y tortura durante la dictadura militar.

El reconocimiento tuvo que ver con su figura como secretario general de la CGT, con su lealtad a Perón siendo uno de los artífices de la vuelta del ex presidente al país tras el largo exilio y sobre todo sobre su final.

¿Por qué ahora una figura que generó tantas discusiones sobre los 70 pareció tener ahora consenso, más allá de algunas expresiones marginales? Pasados los gobiernos kirchneristas, con la integración del gobierno del Frente de Todos, con nuevos actores y cierta renovación generacional, estos debates van adquiriendo otra forma. En el peronismo en el poder, con el macrismo enfrente y tan definida la grieta, deben convivir todas sus vertientes. El consenso hacia el homenaje también nos habla de los momentos históricos y presentes. La unificación de criterios en torno a una figura, en este caso Rucci, donde se buscan más los consensos que los conflictos, nos habla en La Pampa de una unidad dentro de la heterogeneidad y de los acuerdos logrados en torno a la gobernabilidad (más allá de las naturales diferencias internas) dentro del peronismo. También nos encontramos con una nueva generación de dirigentes que tienen otra forma de abordar los años setenta con una mirada menos vivencial y tomando cierta perspectiva histórica, en la que determinados actores del pasado pierden las aristas más controvertidas o discutibles. Lo que no quiere decir olvidar el pasado y las consecuencias y los crímenes cometidos en esos años por la represión ilegal.

Una anécdota me contó un viejo legislador en su momento, que pudo haber ocurrido, como no. En plena presidencia de Néstor Kirchner, en una de las discusiones alguien le preguntó al mandatario sobre Rucci. La respuesta de Kirchner fue: “No jodan con Rucci”. Más allá de las diferencias que pudiera tener, su peronismo estaba fuera de duda.