Valentín Haberkon, delantero nacido en Macachín, dejó el país en plena pandemia para probar suerte en el viejo continente. En menos de seis meses pasó del fútbol rumano, donde jugó en un club “húngaro”, al ascenso italiano, donde las sociedades anónimas dominan los clubes a su antojo.

El delantero macachinense Valentín Haberkon es uno de los tantos futbolistas pampeanos que viven de jugar a la pelota y también disfrutan de conocer otras culturas.

Después de varios años en el ascenso argentino partió al viejo continente en busca de nuevas experiencias, para recuperar su nivel y también hacer su propio camino gracias al fútbol.

La semana pasada fue un punto de inflexión para el pibe que supo debutar en la Primera División de Atlético Macachín allá por el año 2012.

Un golazo de pecho y media chilena ante el Cittá Di Campobasso y luego una definición con un remate fuerte ante el Castelnuovo Vomano fueron un golpe de confianza para el delantero que venía de vivir unos meses convulsionados, primero en Rumania y luego a su llegada a la Serie D de Italia.

Su recorrido en el fútbol

Después de varias temporadas en las formativas de Independiente, donde tuvo dos “pruebas” en el Puebla de México y Sporting de Cristal de Portugal, el macachinense continuó su carrera en la reserva de Banfield. Tras un año y medio pasó al Deportivo Español (5 goles en 51 PJ) y más tarde a Los Andes.

Sin embargo, en septiembre de 2020 armó el bolso y viajó para jugar en el Aerostar Bacau de la Serie B de Rumania pero terminó en el Csikszereda. Ahora viste los colores granates del Olympia Agnonese de Italia luego de un frustrado paso por el FC Rieti. Todo en menos de seis meses.

En diálogo con El Araucanito, Haberkon repasó la vivencia de jugar en un club “húngaro” en Rumania y describió los manejos de las sociedades anónimas que manejan el fútbol italiano.

– ¿Cómo se da tu llegada al fútbol de Rumania?

– Me mandaron el contrato para ir a un club, el Aerostar Bacau, pero cuando llegué allá era todo confuso. Cambiaron el DT, vino uno nuevo que no era el que me había querido contratar a mí. El nuevo me quiso ver tres días. Mi representante le dijo que no porque no era lo que habíamos acordado ya que yo había firmado un precontrato. Así fue que salió la oportunidad de ir a Csikszereda.

– ¿Cómo fue esa primera experiencia?

– El club está en la ciudad de Miercurea Ciuc, es una ciudad chica. Se vivía bien, la pandemia no se notó tanto. Se podía salir a tomar un café, sin problemas. Vivíamos bien, el club te daba un departamento, nosotros almorzábamos y cenábamos ahí. No había gastos. De 23 a 6 horas había toque de queda. Siempre había que andar con el barbijo. Allí conocí la nieve. Es una de las ciudades más frías del país porque está entre montañas. Cuando yo me fui estaba haciendo 19 grados bajo cero.

– ¿Fue difícil tomar la decisión?

– Cuando me dijeron de ir a Rumania no sabía con qué me iba a encontrar. Justo fui a un club muy organizado y de primer nivel. Lo único que si bien el club juega en la Liga Rumana es un club húngaro, le da el dinero el Gobierno de Hungría. Hungría con Rumania no tienen tan buena relación.

– ¿Cómo es eso de un club húngaro en Rumania?

– Antes estaba prohibido hablar en rumano en el club. Ahora cambió un poco pero por ejemplo si escuchábamos música rumana en el vestuario venía el presidente y te decía: “¿Qué están haciendo? Saquen eso. Pueden escuchar música en cualquier idioma pero en rumano acá no”. Se podía hablar en inglés pero no en rumano. Incluso a algunos compañeros rumanos los hacían ir a clases de húngaro. Lo mismo pasa con la gente de la ciudad, que es rumana pero se siente húngara, habla en los dos idiomas. A mí se me complicaba porque el húngaro es uno de los idiomas más difíciles que hay, mientras que el rumano tampoco es fácil. Aprendí un poco de inglés, estudié con clases virtuales. Pero se me simplificó bastante porque tenía un compañero argentino y dos españoles.

– De allí viajaste a Italia…

– Sí, estaba en Rumania, pasé las fiestas solo. Iba a ir a otro equipo de Rumania de Segunda División. Sin embargo apareció una oferta del FC Rieti que era económicamente muy buena y deportivamente parecía mejor. En Italia los clubes se manejan por sociedades anónimas (S.A.). Si por ejemplo está una sociedad y otra lo quiere comprar le paga a la actual y se hace cargo del club. En Rieti iba a agarrar una sociedad que me llevó a mí y a otros futbolistas para ascender. Me prometieron que querían ascender en tres años a la Serie A. Firmé un contrato alto. Estábamos segundos. Pero llegó el momento de pagar el dinero por la compra del club y la sociedad nueva nunca pagó. La gente piensa que esas cosas pasan solo en Argentina pero pasa en todos lados.

– ¿Quedaste en medio de una negociación de sociedades anónimas?

– Sí. La sociedad nueva no pagó, volvió la sociedad vieja y no me podían bajar el contrato. Yo no accedí. Me separaron del plantel, me dejaban una semana sin entrenar y el domingo me hacían jugar, al otro lunes de vuelta… Les pregunté si querían que me vaya pero aclaré que me tenían que pagar parte del contrato, así llegamos a un arreglo y me fui de Rieti. No me lo esperaba porque yo vine a Italia sin conocer a nadie por la oferta que le habían hecho a mi representante.

– Por suerte conseguiste otro equipo inmediatamente…

– Claro, me contrató otro club, Olympia Agnonese, que está medio complicado en la tabla pero trajeron buenos jugadores. Estoy en Agnone, es un pueblito de 5000 habitantes. Me tratan muy bien. En lo deportivo el equipo si bien no ha conseguido resultados hay confianza en que se puede salir adelante porque volvió la sociedad vieja que trajo jugadores nuevos. El objetivo del club es salvarse del descenso.

– ¿Cómo es el nivel futbolístico? ¿Es mejor el de la Serie D de Italia o de la B de Rumania?

– En Rumania me parece que había más nivel. Yo tengo poco tiempo en Italia. En la Serie B de Rumania había equipos grandes con unos estadios terribles. Mi idea era quedarme en Rumania, incluso pienso volver en junio. Allí me siento más seguro, no tenía problemas en nada, solo me preocupaba por jugar. Mi poca experiencia en Italia es distinta, que arreglar el departamento, que luego el contrato… Hay cierta desorganización.

Macachinenses en AFA

Valentín Haberkon y Nicolás Servetto son algunos de los futbolistas de la localidad que hicieron su camino en el fútbol de AFA. Haberkon jugó durante muchos años en Independiente, mientras que Servetto llegó a debutar en la Primera División de Vélez Sarsfield y también jugó en Brown de Adrogué, Almagro y en Deportes Puerto Montt. Otro que aspira a llegar al fútbol grande es Julián Taverna, formado en Vélez Sarsfield, que hoy busca su lugar después de haber quedado libre. En la década del ochenta, Carlos María Blanco jugó en las divisiones formativas de Argentinos Juniors antes de volverse a La Pampa y más tarde, a fines de los noventa, fue Diego Metz el que jugó en Sportivo Italiano y Flandria.

Ya en los últimos años fue Nicolás “Chapulín” López el que jugó en Liniers de Bahía Blanca, Deportivo Madryn y Huracán de Comodoro Rivadavia.