Por Noberto G. Asquini

Ya lo habíamos anticipado: apenas la cuarentena cediera, iba a estallar la grieta política contenida por la pandemia. Esta semana ya no fue por la cuarentena o la anticuarentena, sino vino más recargada desde lo ideológico tras el anuncio de la expropiación de Vicentin. Peronismo y antiperonismo, una vez más frente a frente en el país y en La Pampa.

Vicentin y las dos miradas

Las escaramuzas previas al conflicto que estalló esta semana fueron por cuestiones puntuales, como la llamada “liberación de los presos” que llevó a cacerolazos porteños. Después por la prédica de los anticuarentena, agitada a través de los reclamos más banales y económicos hasta los argumentos más inverosímiles como la supuesta “infectadura” que cercenaba libertades.

El debate actual tiene un fuerte sesgo ideológico, luego del anuncio del presidente Alberto Fernández de la expropiación de Vicentin, una empresa fundida que debe 350 millones de dólares a los productores y ningún industrial, de los que saben, puede defender su continuidad con algún argumento válido. Las resistencias, aprovechadas por la oposición, tuvieron que ver también en la forma de comunicarlo y llevar a la práctica la medida. Le dio un motivo de unidad a una oposición con diferencias internas.

Frente a esta decisión, no hay término medio ni explicaciones racionales, la grieta opera y se milita: los que están a favor del gobierno ven con buenos ojos la expropiación, los que están en contra directamente mal. Vamos a los extremos para graficar: de un lado, se observó a los sectores más radicalizados y de izquierda de la alianza gubernamental aplaudiendo la medida como si se fuera a fundar una nueva Argentina. Una revolución en marcha, más de ensoñación doctrinaria que realidad palpable, y que no parece entender al peronismo. Del otro lado, los sectores que hablan de la venezualización de la Argentina, de un fantasma comunista que avanza sobre las calles, argumentos que recuerdan por su coherencia a los de Dicky del Solar, el personaje del rugbier que interpreta el actor Ezequiel Campa (si no lo conocés, es tiempo de meterte un poco más en las redes sociales). Son los sectores que sueñan con reeditar una épica de la 125.

La grieta pampeana

En La Pampa ya se habían calentado motores para lo que está ocurriendo. La semana pasada el gobernador Sergio Ziliotto lanzó la frase “a la Argentina que trabaja le sobran porteños” en defensa del gobierno nacional y de las políticas sanitarias por parte de los sectores anticuarentena. Del otro lado, los medios concentrados no se la dejaron pasar.

Esta semana fue más lapidario: “Con Macri en el gobierno estaríamos cavando fosas como Bolsonaro, lamentablemente. No alcanzarían ni la morgue ni los cementerios”. Durísimo. Desde el macrismo, un poco copiando la editorial de La Nación del fin de semana, lo cruzaron por “provincializar la politiquería barata para congraciarse con la Casa Rosada”.

El gobernador indicó además que el sistema de salud de La Pampa “es como el de Alemania” y afirmó: “hasta el 10 de diciembre no había Estado, ¿sabés dónde hubieran quedado los pobres?”. Una reivindicación del Estado presente, sobre todo del modelo La Pampa peronista. Argumentos basados en hechos.

La voz de la otra vereda de la grieta esta vez la tuvo el diputado nacional Martín Maquieyra, que se lanzó contra el que considerada el Estado intervencionista peronista. Dijo que la expropiación “atenta contra todas las industrias ya que si van por esta empresa de Santa Fe podrían ir por un

frigorífico, una metalúrgica, una distribuidora o cualquier Pyme o empresa de La Pampa”. La Asociación Agrícola de Santa Rosa fue en el mismo sentido en defensa de la “propiedad privada”.

Los dos países, frente a frente

El periodista y analista político José Natanson afirma que en Argentina hay dos coaliciones sociales, que son producto de ciertas actividades económicas. “Hay una coalición liberal, antiperonista, donde está el campo. Si superponés el mapa de la siembra de soja y el mapa del voto a Macri, coinciden matemáticamente. Literal. A esa coalición se suman las clases medias profesionales de las ciudades y la elite económica multinacional, que en Argentina no es tan chica”.

“Y después existe una coalición peronista, que está formada por los conurbanos, el norte y un poco de la Patagonia. Es la Argentina que necesita del Estado para sobrevivir. A esta coalición se suma la clase media progresista”, afirma. Y define: “Esas dos coaliciones son cambiantes, contingentes e inestables, pero tienen su expresión política”.

Esas dos visiones de la política y de un modelo de país, chocaron esta semana. La grieta sigue abierta y buscando la oportunidad para confrontar, con Vicentin o sin Vicentin, con cuarentena o sin cuarentena.