Un estudio publicado en estas horas asegura que el 54 por ciento de los estudiantes de 15 años en el país se distrae por el uso del teléfono móvil durante la clase. Es el porcentaje más alto entre los 80 países analizados.
“Los países con más estudiantes distraídos tienden a obtener puntajes más bajos. Argentina (54%), Uruguay (52%) y Chile (51%) tienen los niveles más altos de distracción y desempeños relativamente bajos, mientras que Japón (5%) y Corea del Sur (9%) presentan baja distracción y altos puntajes en Matemática”, según los datos que surgen del informe “Celular en el aula: uso, distracción y aprendizajes”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, a partir de respuestas de quienes participaron en las últimas pruebas PISA en 2022.
Pero no es solo el celular, los autores señalan que “hay factores como la regulación del uso de la tecnología, las estrategias pedagógicas y el nivel socioeconómico de los estudiantes que pueden influir en esta relación”.
Lo que sí tienen en común las mediciones en los distintos países es que en casi todos creció el uso diario del celular en la escuela. Y los resultados evidencian que en los países con más restricciones al uso de celulares en la escuela los niveles de distracción tienden a ser menores. Japón, Corea del Sur y Macao (China) combinan bajas tasas de distracción con mayores restricciones al uso de dispositivos en las aulas, resaltó una nota publicada en tiempoar.com.ar
Mujeres.
El relevamiento también reportó cómo impactan las notificaciones y la presión por estar online durante las clases. De los países participantes en PISA, Estonia (41%), Palestina (39%), Arabia Saudita (38%), Jordania (38%) y Argentina (38%) registran la mayor proporción de estudiantes que nunca desactivan las notificaciones en clase. Por el contrario, Turquía (15%), Irlanda (15%), Japón (13%) y Corea del Sur (9%) muestran los valores más bajos.
Y otro dato que publica el relevamiento es que Argentina fue el único país de los diez latinoamericanos evaluados en el que el porcentaje de mujeres que se sienten presionadas para responder mensajes es mayor al de varones.
“Argentina lidera por casi 10 puntos porcentuales el podio latinoamericano de notificaciones activadas durante las clases. El hecho de que ‘solo’ el 54% de los adolescentes de 15 años usaran su celular todos los días en la escuela sugiere que si más estudiantes hubieran tenido más celulares disponibles, los valores en distracción y/o rendimiento habrían sido peores”, apuntó Andrea Goldin (Conicet y Laboratorio de Neurociencia, Universidad Torcuato Di Tella), una de las autoras del informe junto con María Sol Alzú y Leyre Sáenz Guillén (Observatorio de Argentinos por la Educación). “De esto se desprenden dos posibilidades –señaló Goldin- fomentar la prohibición de uso de dispositivos en las escuelas o, en cambio, dedicar tiempo a acompañar a los adolescentes en el aprendizaje del uso, con autonomía y responsabilidad de estas herramientas que actualmente tienen a mano y que, sin dudas, seguirán usando en el futuro”.
Estrategias.
“Las investigaciones son contundentes: la presencia del celular en el aula tiene efectos distractivos y perjudiciales. Si acordamos limitar su uso a momentos puntuales donde la actividad lo justifique, surge un desafío importante: ¿cómo se gestiona y controla el no uso? Esto nos lleva a la necesidad de definir políticas institucionales claras. ¿Dónde se custodian los dispositivos? ¿Se recogen en una caja o bolsa? ¿Quién asume la responsabilidad de esa tarea?”, se preguntó Fabio Tarasow, coordinador del Proyecto Educación y Nuevas Tecnologías (PENT) de Flacso. Y agregó: “Sin estrategias institucionales bien definidas y un respaldo activo a docentes y directivos para implementarlas, el problema persiste”.
“Estamos atravesando un período de turbulencias psicosociales incubadas por la presión del FOMO (miedo a perderse algo), la insana socialidad digital, en donde los que más sufren son las infancias y adolescencias”, alertó Alejandro Artopoulos, director del Centro de Innovación Pedagógica de la Universidad de San Andrés. “Pero no hay que perder de vista que la escuela debe asumir la responsabilidad de dotar a nuestros chicos de las capacidades para sus proyectos de vida y ejercer la ciudadanía digital con autonomía. Regular el uso –aclaró- no es sinónimo de abstinencia”.