Norberto G. Asquini

El gobernador Sergio Ziliotto tiene que enfrentarse a un dilema nuevo, otro más, producto de la pandemia, pero esta vez con aristas nuevas frente a una sociedad harta y agotada luego de cuatro meses de aislamiento social.

El título de esta columna lo tomo del periodista Diego Genoud (Letra P), que analiza que el presidente Alberto Fernández ya se enfrenta a una cuarentena infinita a la que no parece encontrarle salida. No porque no tenga los conocimientos o herramientas para hacerlo, sino por una pandemia que no parece tener fin y cada vez se expande más. No hay certeza ni de la duración ni de la capacidad de daño. De hecho, estamos en los últimos días en un pico de fallecidos y contagiados, a pesar de haberse tomado grandes precauciones.

Es difícil el momento para las gestiones. La pandemia está en su momento de mayor agresividad, después de cuatro meses de aguante social. La gente que se sentía agobiada, harta y hastiada necesita cierta flexibilidad. La Pampa la tuvo con cifras envidiables en comparación con otras provincias. Por un puñado de irresponsables que metieron sus cabezas en pleno foco en el vecino distrito bonaerense de Pellegrini se expandió en la provincia. Más de 160 contagios se desparramaron en una semana. Se lo trata de contener, pero una vez que entró se torna difícil. Domingo y lunes pareció dar un respiro.

Cuando falta el temor

Ziliotto tuvo que volver atrás en su decisión de flexibilizar la cuarentena provincial por necesidad. Casi por obligación. Son medidas muy duras. La gestión sufre su propio síndrome de ASPO. En momentos que más se necesita responsabilidad social, que el Covid-19 está circulando y contagiando, la sociedad ya sentía cierto relajamiento en las medidas de prevención y le había perdido el temor. En los últimos días, a pesar del brote en plena expansión y de las advertencias, se sucedieron en todos lados reuniones familiares, viajes y festejos, en varios puntos de la provincia, en los que intervino la policía. La incertidumbre de muchos sobre la ausencia de certezas sobre el regreso a una “nueva normalidad” es otro elemento que suma. Igualmente, la mayoría de la población toma sus recaudos y vive cierto estado de alerta por lo que pueda ocurrir.

La falta de temor en muchos se da también porque piensan que no hay tantos contagios, el coronavirus no es tan letal o los síntomas no son tan graves. El verdadero miedo llegará con (esperemos que no ocurra) la primera muerte. Ya sé lector que no le gustará la frase, pero hágase a la idea porque puede ocurrir. Hágase la idea porque eso es lo que se quiere evitar.

La tensión del comercio

El síndrome de Aspo y la vuelta a la fase 1 en Santa Rosa, General Pico y otras localidades también llevó a reclamos de los sectores afectados en sus bolsillos por la cuarentena y que habían comenzado a tratar de revertir la situación personal como es el comercial. Las cámaras de comercio de Santa Rosa y General Pico fueron más orgánicas en sus protestas. La grieta política la encontramos en todos lados y no está ajena a esta tensión. En Santa Rosa también estuvieron los llamados autoconvocados, menos dialoguistas y de mayor informalidad. Como hay gran cantidad de comerciantes con su reclamo más que justo, también el gobierno comenzó a observar que había algunos militantes de la oposición que acicateaban el malestar en las filas de estos últimos. La protesta en Santa Rosa fue genuina, pero también vista con ojo clínico por el gobierno por la participación de ciertos elementos opositores. Las banderas argentinas emularon las manifestaciones políticas que se han dado en Ciudad de Buenos Aires y varios marchantes golpeando las puertas de Casa de Gobierno mostraron cierta exaltación que no es compartida por todos los que participaron de la misma.

Gobierno blindado

Ziliotto tuvo que tomar una medida antipática pero necesaria, ya dijimos en la semana, frente a la explosión de contagios. Y se blindó políticamente. El anuncio lo hizo con representantes de la oposición. Tuvo una videoconferencia con las y los intendentes que respaldaron la decisión del mandatario. El domingo ratificó con un breve comunicado el rumbo: “Somos los más interesados en reactivar la economía porque es fundamental para el bienestar de la ciudadanía pampeana. Tuvimos que tomar medidas duras y dolorosas aunque necesarias. No nos gustó tomarlas. Por eso vamos a revertirlas no bien la complejidad sanitaria nos lo permita”. El gobierno es consciente de lo que está ocurriendo en la economía. Funcionarios y dirigentes bancaron al gobernador en sus redes sociales colocando en sus perfiles mensajes de apoyo. El lunes anunció beneficios impositivos para los sectores afectados. No será lo óptimo, pero es una herramienta para afrontar la crisis.

El dilema sigue siendo el mismo del que ya venimos dando cuenta durante los últimos meses. Los gobiernos tienen el respaldo de una sociedad temerosa del Covid-19 y que sabe que las medidas de prevención son necesarias. Pero la situación económica es negativa. En esa grieta el gobierno de Ziliotto, como ocurre con otras gestiones, debe hacer equilibrio y evitar que se profundice la crisis económica. Sobre todo cuando la paciencia de la gente ya no es la misma.