Por Eva Dietrich
El 5 de julio sentado en su trono de sombras, cómo si el infierno le hubiera construido un altar, Ozzy no estaba actuando, Ozzy no estaba posando, Ozzy estaba despidiéndose. Recordalo bien.
Con los ojos cansados, pero vivos. Las manos temblorosas, pero firmes. El cuerpo dolido, pero aún desafiante; Esa no era una simple silla, esa silla es ahora un monumento. Calaveras a sus lados, alas de murciélago abiertas detrás, un crucifijo en el pecho que pesa más por lo vivido que por el metal.
No había playback, ni había pantallas de humo. Sólo un hombre que entregaba, por última vez su alma, la cual lo dio TODO y que miraba al mundo desde la cima del ruido. Un hombre agradecido a puro amor a su público, en su barrio, con su banda debut, como todo empezó, pero ahora acompañado de las bandas teloneras, las cuales devuelven el mismo agradecimiento y amor por inventar un género, por ser el padre del metal de cada grupo que tocó iniciando ese espectáculo.

Mientras que los que mirábamos la despedida online pensábamos en qué fueron de las plateadas cruces de Black Sabbath y su resplandor, como cantaba Ricardo Iorio, nuestro padre del metal, al recordar nuestro niño/a interior de 8 años que conoció su música, la cual el 80% hablaba de amor como «Life Won’t Wait», “ Stay strong, Stay true, be brave” o con Children Of The Grave, el disco Paranoide o el sólo de guitarra de Crazy Train o la introducción del órgano de Mr. Crowley y la vida de ese niño/a nunca volvió a ser la misma.
Ozzy Osbourne no se despidió como un viejo artista, se despidió como un emperador del caos, como el último sobreviviente de una era que ya nadie puede repetir. Hizo de su muerte una fiesta, vivió su funeral en vida, primero recibió las flores y luego se marchó, no hay motivo para estar triste, así se va un verdadero príncipe de las tinieblas.

No hacía falta que vuelva a cantar. Su grito sigue flotando en el aire aún hoy y así continuará. Y su trono… se queda vacío, esperando que alguien, algún día, se atreva a incendiar la música como él lo hizo.
¡Gracias, Ozzy! Nos enseñaste que el metal no es solo música, es resistencia, es locura, es eternidad, es dulzura, y tú, viejo bastardo hermoso, ya eres inmortal. Ya SOS leyenda. Descansa en paz maestro de maestros. Qué la luna te abrace en las sombras de la oscuridad que te hará brillar eternamente.
