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Pensar el 2027 en La Pampa: para algunos es ya, para otros queda una vida

Por Norberto G. Asquini

La tensa antesala entre apresurados y equilibristas atraviesa hoy a la política pampeana. Recién salimos de unas elecciones legislativas que, por la dinámica frenética de estos tiempos, parecen haber quedado muy atrás. El país transita una recesión profunda, el gobierno libertario avanza con reformas de alto impacto y el humor social muestra claros signos de abombamiento generalizado mientras se acerca el fin de año. Sin embargo, pese a este escenario cargado de urgencias, algunos dirigentes ya están pensando en la próxima elección provincial. Para algunos queda muy lejos (hay que pasar un 2026 que será caótico) y para otros no tanto (si las elecciones llegan a ser en mayo de 2027, hay que apurarse ahora para sacar ventaja).

¿Por qué pensar en 2027 cuando todavía no terminamos de procesar 2025? Por un lado, porque la misma Karina Milei abrió el juego cuando habló esta semana de trabajar desde ahora por la reelección presidencial, y hasta circuló una encuesta que mide la eventual continuidad de Javier Milei dentro de dos años. Por otro lado, la pregunta surge de una conversación con el periodista piquense Miguel Busso: “En La Pampa parece faltar mucho, pero también parece que falta poco para 2027”, dijo. Y ahí está el punto: en este contexto acelerado, el tiempo político se estira y se encoge según la necesidad.

En La Pampa, además, hay un factor determinante. Si se repite el esquema de provincializar los comicios —como ocurrió en 2019 y 2023— las elecciones podrían adelantarse a mayo de 2027. Eso implica que las definiciones centrales deberán tomarse hacia fines de 2026. Y eso, visto desde hoy, no está tan lejos.

Los apresurados

En ese escenario empiezan a delinearse dos grandes grupos: los apresurados y los equilibristas. Entre los primeros aparecen los que ya mueven fichas para la sucesión en el PJ. El caso más visible es el del intendente de Santa Rosa, Luciano di Nápoli, que sabe que corre desde atrás: sin estructura provincial, sin una línea fuerte que lo respalde fuera de la capital y con la necesidad de tejer alianzas rápidas para no quedar encapsulado en la ciudad. No por casualidad comenzó temprano a mostrarse con algunas obras.

La otra figura que aparece en este sector es la intendenta de General Pico, Fernanda Alonso. Algunos dirigentes le achacan como traspié la derrota electoral del vernismo ante los libertarios en su ciudad, pero dentro del espacio aseguran que mantiene volumen político y que podría proyectarse provincialmente si logra sostener la alianza “plural”.

En la vereda opositora también hay acelerados. “Poli” Altolaguirre plantea sin rodeos que Martín Berhongaray, el próximo presidente de la UCR, es el “candidato natural” del radicalismo para encabezar un gran frente antiperonista. Según esa visión, la UCR debe empezar ahora mismo a articular un armado que incluya libertarios, PRO y agrupaciones menores como Comunidad Organizada. El objetivo es pragmático: cerrar un frente amplio, “sea como sea”. Pero ahí surgen las dudas: ¿cómo gobernar con libertarios que cuestionan el rol del Estado?, ¿qué garantías ofrece una fuerza como Comunidad Organizada, que ya demostró ser poco confiable?, ¿qué impacto tendría un acuerdo provincial cerrado desde arriba en pueblos donde la convivencia política es más delicada?, ¿qué pasaría si Milei se mantiene arriba dentro de un año y pide que otra sea el candidato en La Pampa?

Los del equilibrio

Frente a estos movimientos aparecen los equilibristas. Son quienes leen que el oficialismo provincial debe actuar con cautela, sin entrar en la ansiedad electoral o el internismo. En ese grupo se ubica, principalmente, el gobernador Sergio Ziliotto, que ya adelantó su intención de ser protagonista central en la definición del sucesor, pero que hoy está atrapado entre el ajuste económico y la propia interna. Algunos esperaban que lanzara su corriente, o por lo menos bajara línea. Que empezara a mencionarse un posible sucesor desde su sector, como es el caso del senador Daniel Bensusán, de las filas ziliottistas. Por ahora, todo es espera.

Pero también son equilibristas los intendentes que anticipan un 2026 mucho más áspero: “administrar la pobreza” será la norma en un contexto de recortes, inflación persistente y caída de ingresos municipales. Para ellos, la prioridad será sostener la gobernabilidad, no adelantar disputas internas.

Y los retardatarios

Hay, además, un tercer grupo: los retardatarios, como diría Juan Domingo Perón. Son aquellos sectores que, frente a los desafíos políticos del peronismo rumbo a 2027, se repliegan en su interna y presionan para mantener posiciones de poder. En esa categoría se inscriben las recientes embestidas del vernismo: el rechazo frontal a la licitación de El Medanito y la denuncia contra funcionarios y legisladores que acompañen la ley. No se veía una legislatura tan tensionada hacia adentro del propio peronismo desde el primer gobierno de Oscar Mario Jorge, cuando desde el bloque justicialista-vernista esmerilaba su gestión.

Entonces, ¿cuánto falta para 2027? Mucho y poco a la vez. Mucho para una sociedad agobiada que apenas puede planificar la semana siguiente. Poco para una dirigencia que ya empieza a acomodar las piezas sobre un tablero que, aunque todavía parece difuso, está en movimiento. El reloj político corre más rápido que el calendario. En La Pampa, las primeras jugadas ya se hicieron. Las que vienen serán decisivas.