Por Norberto G. Asquini
Hacerle justicia a la figura de Rubén Hugo Marín no es hacerle un panegírico. Ni siquiera los datos de biografía sacados de internet hacen honor a su dimensión. Marín fue una figura que mientras estuvo en el poder, y también después, no dejó indiferentes. Como todo hombre que ejerció el liderazgo, fue amado y seguido por muchos, y odiado y defenestrado por otros. Sin embargo, tanto unos como otros saben lo que significó su nombre para La Pampa. Tanto que su apellido quedó asociado a la historia de la provincia y del peronismo pampeano.
Abordar a Marín en su verdadera dimensión histórica se ha ido postergando, y por qué no negando, tal vez porque él siguió interviniendo hasta su fallecimiento en la política provincial, o por lo menos su nombre era sinónimo de una línea interna. Ahora llegará el momento del análisis, lejos de los apasionamientos y los cálculos políticos.
Marín fue un caudillo político (y caudillo es minimizarlo) que dejó su marca en la provincia: fue cuatro veces gobernador, votado en la última por el 56% de las y los pampeanos. La provincia fue construida durante sus gobiernos. Encarnó al peronismo del siglo XX como su conductor. Desde 1983 a 2003, más allá de que continuó también después como uno de sus principales dirigentes, hizo y deshizo. Fue un pragmático (estuvo con todos ya que entendía que el peronismo debía seguir al que gana) pero fue un verticalista (nunca se saca el pie del plato). No era acomodarse, era convicción orgánica de alguien que sentía al peronismo desde la cuna y que lo vivía con pasión. Por supuesto que impuso su manera de hacer política, pero también buscó la unidad. En el 83 gana la interna con Convergencia y le da lugar a todos los sectores en su gestión; en los 90 Convergencia es la única en pie; en 2003 a pesar de que tenía sus candidatos a sucederlo, decidió apoyar a Carlos Verna aunque tuvieron diferencias y prevenciones sabiendo que era el que podía llevar al PJ a la victoria. En el PJ pampeano aún la unidad, como parte de sus valores, es un bien preciado que lo ha sacado de sus momentos más críticos y conflictivos. Hoy todas las líneas provinciales tienen una raíz común en el marinismo, alguna vez pertenecieron a ese tronco común.
Y si vamos a abordar su figura, no hay que olvidar que fue el político de más vuelo nacional que hubo. En el colapso de 2001-2002 su nombre fue propuesto como uno de los posibles presidentes provisionales (que recayó en Rodríguez Saá) y también fue tentado para ser candidato a vicepresidente en 2003. Dos veces.
Puse la frase hecha “desde la cuna”, porque fue así. Hijo de un trabajador vinculado al sindicalismo peronista, estudió abogacía y militó en el PJ de Trenel y luego de General Pico. El ascenso social que hizo posible la llegada del peronismo encarnado en su figura. Porque el peronismo, a pesar de los nuevos relatos libertarios, fue el que amplió la clase media.
Nelson Nicoletti recuerda una anécdota que pinta ese vínculo que tenía Marín con el sentimiento popular, lo que lo hacía carismático y un baqueano de la política en general. Un animal político que no le escapaba a encuentro o charla con el que fuera. En las internas peronistas de 1988, Marín era entonces diputado nacional. En plena campaña apoyaba a Antonio Cafiero para presidente, cuando las encuestas no eran habituales y los medios lo tenían como favorito. Llega a La Pampa de noche desde el Congreso y sigue camino hacia el oeste. Lo esperaba en un rancho perdido un grupo de no más de cinco vecinos. Termina hablando con una anciana. La abraza y se despide. Cuando sale, lo mira a su acompañante y le dice: “Va a ganar Menem”.
Marín fue un pragmático que estuvo con todos. Pero también le imprimió su sello personal. Llega al poder de la mano del sindicalismo, pero fue uno de los protagonistas de la renovación peronista en los ochenta. A pesar de sus prevenciones, visitó la Cuba comunista y quedó admirado de varios aspectos. Cuando gana Carlos Menem se suma a los nuevos tiempos de la modernización vía neoliberal impulsada por el presidente, pero apenas las medidas económicas comienzan a tener consecuencias sobre la provincia le puso freno (sostener y ampliar el Banco de La Pampa o mantener las cajas previsionales). Menemista en lo político (siempre le reconoció al riojano lo que hizo por la provincia) con Néstor Kirchner en el poder, pasado un tiempo, tejió buenas relaciones. Para entonces ya tenía vuelo y espalda propios: a pesar de las presiones y de la alianza con Kirchner, es uno de los votos negativos contra las retenciones en 2008. Contradicciones, matices y posturas de los que manejan el poder y no le escapan a embarrarse.
Hablamos de que fue amado y odiado. Por lo menos en su momento, hoy pasadas las décadas se pueden analizar algunas cuestiones con cierta distancia y menos apasionamientos. Pasa por ejemplo, con el Acueducto. El peronismo celebró en su momento haber conseguido la obra que por décadas, y muchas, había sido tan necesaria. Su realización no estuvo exenta de cuestionamientos y hasta denuncias de corrupción, y la obra fue criticada después por su factura sobre todo por la oposición. Pasados los años, mientras Santa Rosa naturaliza recibir agua diariamente, el Acueducto quedó como la obra de mayor de envergadura que se hizo en la Provincia.
Y pasó también con los derechos humanos. Vicegobernador entre 1973 y 1976, Marín no pudo escaparle a los conflictos que tuvo el peronismo en esos años. Su sector quedó enfrentado con el gobernador José Regazzoli. Cuando llegó el golpe, los de Regazzoli terminaron víctimas de la represión ilegal. Marín también fue detenido. Cuando se reiniciaron los juicios a los represores después de 2003, la “explosión de la memoria” puso el ojo sobre Marín al que llegaron a tildar de “colaborador”. En 1983, Marín hizo campaña para gobernador con la promesa de reincorporar a los trabajadores estatales echados por la dictadura e iniciar la investigación a los represores cuando el peronismo nacional agitaba un pacto de impunidad. A los días de asumir, cumplió con ambas medidas.
Pasaron veinte años desde que Marín dejó su último mandato como gobernador y eso permite tomar distancia de su figura. Tal vez recién ahora se puede empezar a abordar su trayectoria desde otra óptica. En su verdadera dimensión histórica. Rubén Marín, el político más trascendente del siglo XX en La Pampa.