Por Norberto G. Asquini

No se recuerda una elección en la que se haya llegado a estos extremos no solo de incertidumbre (no hay indicios de quien puede ganar) sino por lo determinante que será su resultado. Massa o Milei, Milei o Massa, a todo o nada. Ni medias tintas: el pacto democrático versus el espanto, la “casta” versus el tren fantasma.

Durante todo 2023, sobre todo los que vivimos en La Pampa, la pasamos de votación en votación y la indefinición se estiró hasta último momento. Y para colmo, muchos ven al balotaje del domingo como un salto al vacío, tironeados entre la frustración por un gobierno peronista que no supo hacer las cosas y la evidencia del retroceso democrático que representa la ultraderecha.

El país está frente a una nueva grieta. La anterior quedó vieja. Tanto que sus dos principales actores, Cristina Fernández y Mauricio Macri, no se pudieron presentar. Ahora hay una nueva contienda ideológica, indica Mario Riorda, entre un discurso de derecha radical versus el resto del arco político. Los que sostienen la convivencia democrática y los que apuestan a un cambio de régimen de cualquier tipo y a cualquier consecuencia (aunque éste no vaya a ser mejor). En medio quedan los indecisos, los “neutrales”, que van a tener que definir. El país que se inicie el domingo va a ser muy distinto al que vimos.

La Pampa no es ajena. El peronismo con el gobernador Sergio Ziliotto a la cabeza, va en busca de sumar lo más que pueda al milagro. Porque es un milagro que el ministro Massa haya llegado al balotaje con chances de ganar con la crisis galopante a cuestas y luego del pésimo resultado de las PASO. El PJ pampeano lo tiene claro: que gane Milei significa enterrar el modelo de La Pampa peronista, un Estado presente en cada pueblo, que fue apoyado por el 47% del electorado en mayo. Agita los temores a lo que vendrá si gana Milei, y no le erra.

Cuenta esta vez con parte de la UCR que por convicción democrática o pragmatismo (unos identificados con el ideario alfonsinista, los otros con un voto defensivo como el de los intendentes) se han volcado por Massa. Son los dos integrantes del pacto democrático nacido de los consensos del 83. Del bipartidismo y el Nunca Más. “Primos” de la democracia, aliados en esta por extremas circunstancias políticas.

El radicalismo quedó sacudido porque los de Juntos por el Cambio nunca pensaron quedar afuera del balotaje. Ahora se tienen que definir por uno o por otro. El otro es Milei, un voto vergonzante o directamente uno convencido por parte de aquellos sectores más antiperonistas.

Del otro lado de la grieta está el voto espontáneo nacido del hastío y la bronca. Entre ese núcleo está la generación desencantada, los que tienen entre 16 y 25 años, que vivió el fracaso de los gobiernos de una lado y del otro de la grieta y quiere un “cambio”. Ahora también se suma el PRO que se abraza a los nuevos aliados nacionales. Lejos de una tradición política como los radicales, aquí el antiperonismo fluye sin vergüenzas. Y por supuesto los oportunistas que hacen juego con el “tren fantasma” que en las sombras, y no tanto, sigue a Milei. El autoritarismo de la pyme familiar de Comunidad Organizada o el peronismo marginal de Aragonés, ambos a su vez rechazados por los libertarios del sello LLA.

Hay una nueva grieta. Los lectores no pueden estar ajenos a esta situación mientras analizan lo que pasa y pasará. Cabe advertir que en uno de sus campos lo que se está generando, aunque tenga apoyo popular, es el espanto. Lo de Milei ni siquiera es similar a las experiencias de derecha que se han observado en otros países. Este proyecto las supera por mucho en delirio. Autoritario y mesiánico. Negacionista y violento. Se han corrido los límites en todo sentido, con todos los peligros que conlleva si gana y asume el poder. Frente al abismo, frente al todo o nada, nos queda la democracia.